Lo que dijo la crítica.

Bruno Bert: El péndulo del mundo. Encuentro/desencuentro de Ismene y Antígona.


En este caso, la anécdota queda narrada por sólo dos actrices, que primero sirven de introductoras a lo universal de la historia a partir de lo particular de nuestra cultura, y que luego asumen sobre todo el encuentro/desencuentro de Ismene y Antígona frente al dilema del hermano muerto, con una breve pero importante aparición del poder con la imagen de Creonte. Uno de los factores fundamentales de la puesta es su casi circularidad, en un ámbito de cámara, con el manejo de unos pocos objetos, todos procedentes de la naturaleza, como son varas, cántaros, frutos, piedras… que constituyen el material base de casi todas las culturas mal llamadas primitivas.

Interesante tanto la propuesta estética como su correlato actoral, a manos de Indira Pensado y Jessica Gámez, por el juego de composición, el manejo de las voces, y un ritmo muy especial de los cuerpos y las acciones…
El público a media agua entre el observador tradicional y el que se aproxima a un participante ceremonial, incorporado de alguna manera a través del humor del principio, por las propias actrices …, juega la ambivalencia entre la impunidad y un cierto riesgo, al menos de carácter emotivo, lo que da una mayor consistencia al trabajo… La escenificación se cierra como un cuento que termina y deja a los narradores de nuevo en la orilla misma del oficio, a la vista del público, con el cansancio y la piel de los personajes en sus manos



Olga Harmony: Antígona

El conflicto entre lo justo y lo legal, entre actuar cuando es
necesario o abstenerse, es lo que mantiene vigentes a estos viejos
personajes de Sófocles, Antígona, Creonte e Ismene. Alicia
Martínez Alvarez, con su Laboratorio de máscaras, hace un
espléndido ejercicio a base de dos muy buenas actrices, Indira
Pensado y Jessica Gómez y unos cuantos elementos muy bien manejados,
entre los que sobresalen las máscaras que es el sello de esta
creadora escénica, en El péndulo del mundo, título tomado
de una frase de Marguerite Yourcenar.